El 320 aniversario de un Gibraltar Británico recuerda un momento decisivo en 1704, cuando el almirante Sir George Rooke lideró una flota combinada británica y holandesa en la captura de Gibraltar durante la Guerra de Sucesión Española. Esta guerra, que comenzó por una disputa sobre el trono español, involucró a las principales potencias europeas, incluida Gran Bretaña, que veía el control de Gibraltar como una ganancia estratégica para la región mediterránea. La operación fue parte de una campaña más amplia que buscaba debilitar la influencia borbónica en España y expandir el control británico y holandés sobre rutas navales críticas.
El almirante Rooke, un distinguido oficial naval, comandó la operación desde su buque insignia, el HMS Royal Katherine. Esta formidable embarcación era un navío de línea de tercera categoría, diseñado con poder de fuego y durabilidad para resistir intensas batallas navales. Bajo el mando de Rooke, la flota lanzó un asalto contundente sobre Gibraltar el 1 de agosto de 1704. Después de días de intenso bombardeo, la guarnición se rindió, incapaz de resistir contra las fuerzas combinadas británicas y holandesas. La victoria fue significativa, no solo como un éxito táctico, sino como un punto de apoyo simbólico para los intereses británicos en la región.
Tras la captura de Gibraltar, Rooke y su flota se vieron obligados a defenderlo casi de inmediato, ya que fuerzas españolas y francesas intentaron recuperar el territorio en los meses siguientes. La determinación de Rooke, junto con la fortaleza de su flota, finalmente preservaron Gibraltar para Gran Bretaña. Sus acciones solidificaron la presencia británica en el Peñón y marcaron el comienzo de la soberanía británica sobre el área. La exitosa captura de Gibraltar por el almirante Rooke y su tripulación no solo cambió el equilibrio de poder en el Mediterráneo, sino que también marcó el comienzo del legado de Gibraltar bajo el dominio británico, que se formalizaría en 1713 con el Tratado de Utrecht.