Todo lo bueno para el hombre, las plantas y los animales
Nuestros antepasados celebraban originalmente el comienzo del año nuevo el 6 de enero. A partir de mediados del siglo IV, la celebración de la Navidad y el Año Nuevo se combinaron, y se celebraron fiestas conjuntas el 25 de diciembre. Solo a finales del siglo XVII se fijó el comienzo del año como el 1 de enero.
Las costumbres y prácticas de Año Nuevo de nuestros antepasados estaban vinculadas a actos de magia, que supuestamente servían para promover la salud y la buena suerte, la fertilidad y todo lo bueno para las personas y su entorno natural, abarcando el reino vegetal y animal. Esta concepción del comienzo del año nuevo y el propósito de su celebración no era solo una faceta de la gente rural, sino también de las áreas urbanas. Todo esto se consagró relativamente lentamente en la iconografía de representaciones idílicas de animales populares (zorros y osos con cachorros), que intercambiaban regalos de Año Nuevo alrededor de un abeto decorado.
Nuevas autoridades y otro culto al árbol
A partir de 1945, las autoridades empezaron a introducir el abeto de Año Nuevo junto al árbol de Navidad, que tradicionalmente era un abeto originario del norte de Europa protestante. No se trataba simplemente de un abeto decorado con luces, adornos y regalos, sino que en un principio también era el nombre de la fiesta, presentado como Abeto de Año Nuevo y escrito con mayúscula inicial.
El objetivo de la creación del Abeto de Año Nuevo era establecer una nueva fiesta que sustituyera poco a poco en el ámbito público a las fiestas prohibidas de San Nicolás y Navidad. Estas dos celebraciones se relegaron así a la intimidad del círculo familiar, sobre todo después de 1952. En aquel momento, en lugar del Abeto de Año Nuevo, que se había convertido en el árbol reconocible de las fiestas de Año Nuevo, se introdujo la figura del Abuelo Escarcha (Dedek Mraz). A pesar de las profundas raíces de la fiesta de Navidad, las autoridades de la época hicieron grandes esfuerzos para incorporar la nueva celebración al ámbito familiar, pero sus esfuerzos fueron en vano. Curiosamente, un artículo de prensa de 1952, sumamente idealizado, afirma: “Este año, por primera vez desde la liberación, celebraremos el Año Nuevo en el amplio círculo de nuestras familias como una fiesta familiar. Pero no quiero decir que estemos introduciendo en nuestras familias algo nuevo. La celebración del Año Nuevo en la familia debería ser, por tanto, en verdad una fiesta de nuestra familia. Que sea una fiesta de familias felices y alegres, las células básicas de nuestra gran comunidad socialista, que nutren a personas felices y buenos ciudadanos”.