El rebeco es un ungulado de tamaño mediano perteneciente a la familia de los bóvidos. Se reconoce por sus característicos cuernos curvados, presentes tanto en los machos como en las hembras. En verano el pelaje es corto y de color marrón amarillento o gris amarillento, mientras que en invierno es largo, espeso y oscuro, casi negro, quedando zonas claras entre las patas y en la cabeza, donde unas rayas oscuras que van desde la nariz a través de los ojos hasta la base de los cuernos forman una “máscara facial”. El cuerpo atlético y potente del rebeco le permite moverse con gran agilidad por terrenos escarpados y rocosos. Los machos pesan entre 30 y 45 kilogramos, siendo las hembras algo menos. La altura a la cruz oscila entre 70 y 75 cm. Los cuernos son oscuros, finos y curvados hacia atrás, siendo los cuernos de los machos ligeramente más gruesos y ligeramente más ganchudos que los de las hembras.
Los rebecos son rumiantes y herbívoros. Se alimentan principalmente de hierbas, hierbas, hojas, brotes y líquenes. En verano se alimentan principalmente por la mañana y al final de la tarde, cuando las temperaturas son más bajas y las condiciones son más favorables. En invierno pueden estar activos durante todo el día en busca de alimento. Son animales sociales y sólo los machos viejos son solitarios. Los grupos más numerosos están formados por hembras con crías. Los machos sexualmente maduros también se agrupan. Los machos sólo se unen a las hembras durante la época de apareamiento (celo), que va desde finales de octubre hasta diciembre. En este momento los machos luchan por el dominio y el derecho a aparearse con las hembras. Las hembras preñadas pasan por un período de gestación de unos 170 días, tras el cual nace una única cría, normalmente en mayo o junio. En raras ocasiones, pueden nacer gemelos o incluso trillizos. Las crías de rebeco son capaces de seguir a sus madres a las pocas horas de nacer.
En Eslovenia, los rebecos se encuentran principalmente en las zonas de alta montaña de los Alpes y los Dinárides, donde hay acantilados rocosos escarpados, pastos y bosques. Prefieren las zonas por encima de la línea de árboles, donde pueden moverse libremente y hay menos depredadores. En invierno, los rebecos migran a menudo a zonas más bajas, donde hay menos nieve y es más fácil encontrar alimento. En el siglo XX, además de los Alpes y los Prealpes, los rebecos también se establecieron en el cinturón forestal de las zonas de montaña y colinas bajas. Esta expansión territorial probablemente se pueda atribuir a la erradicación local de los depredadores, en particular el lobo.
Los principales depredadores naturales de los rebecos adultos son el lobo y el lince, mientras que el águila real se alimenta principalmente de animales jóvenes. Después de la caza, las caídas y los aludes son unas de las causas más comunes de muerte de los rebecos. Los rebecos están expuestos no solo a los depredadores naturales, sino también a enfermedades y parásitos, que pueden mermar sus poblaciones.
Los rebecos desempeñan un papel importante en sus ecosistemas, ya que afectan a la vegetación y, por tanto, a la disponibilidad de alimentos para otros animales. Sus hábitos alimentarios ayudan a regular las comunidades vegetales y, de este modo, evitan el crecimiento excesivo de ciertas especies. El rebeco es una especie muy extendida y adaptable, pero no es inmune a los impactos de la actividad humana. La conservación de sus hábitats, la limitación de las perturbaciones provocadas por el hombre (turismo), la regulación de la caza y el control de la salud de las poblaciones son factores clave para garantizar la supervivencia a largo plazo de la especie. Por su adaptabilidad y capacidad de supervivencia en condiciones extremas, el rebeco es un símbolo de la fuerza y la resistencia de los animales de montaña.