Uno de las primeras atracciones turísticas que dinamizaron el turismo en el Principado de Andorra fue el servicio de telecabina que unía la parroquia d’Encamp con el lago Engolasters.
Fue un proyecto impulsado por Pedro Puigsubirà Tarridas, que quiso emular los telecabinas que ya existían en Suiza. Por este motivo, se encargó su construcción a la empresa suiza Giovanola, que además de fabricar las cabinas en fibra de vidrio, suministró el resto de material necesario para la construcción de la línea como los pilones y la maquinaria.
Las cabinas fueron concebidas para poder transportar a dos personas, decorándose con los colores rojo, amarillo y azul que forman parte de la bandera andorrana.
La inauguración del teleférico se realizó el verano de 1963. El trayecto hasta el lago duraba veinte minutos, llegando a cubrir un desnivel de 356 metros.
De esta manera, a lo largo de casi tres décadas, el paisaje verde y montañoso que lleva hasta Engolasters estuvo salpicado por el colorido de las cabinas, que se deslizaban sobre el paisaje trasportando turistas.
A finales de los años ochenta el servicio quedó suspendido por las costosas reformas que se debían de realizar, a lo que se sumó el acondicionamiento de la carretera que facilitaba la llegada en automóvil hasta el lago.
Las cabinas pudieron verse en 2013, restauradas para su exposición en un centro comercial que conmemoraba el 50 aniversario de su inauguración.
Actualmente Encamp cuenta con un teleférico llamado Funicamp, que recorre el valle de Cortals transportando a sus pasajeros hasta los 2.502 metros de altitud.
La emisión del sello, que cuenta con una tirada de 50.000 ejemplares, ha sido impresa en offset.
